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Várices y embarazo

Várices y embarazo

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Mito o realidad: ¿Son las mujeres más propensas a tener várices en el embarazo?

Várices y embarazo, no es una característica del embarazo ni tampoco una regla general para todas las mujeres, pero lo cierto es que la probabilidad aumenta en este período. Es común que muchas mujeres comiencen a verse las primeras arañitas de adolescentes o jóvenes y que esas pequeñas marcas se acentúen cuando sus cuerpos se están preparando para la maternidad, pudiendo empezar a tomar un color más intenso y una textura más pronunciada.
La gestación, representa un esfuerzo para el organismo de la mujer. En este momento de su vida ella carga un peso adicional, el abdomen es comprimido por el bebé, se produce una descarga hormonal importante y se producen otros  acontecimientos que son en definitiva, un esfuerzo.


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Pero principalmente dos son los puntos que se relacionan con las várices concretamente. El aumento de los niveles hormonales por un lado, que actúa sobre la pared de la vena; y la compresión de las venas que traen la sangre desde los miembros por el útero. Ambos factores actuando juntos incrementan considerablemente el riesgo de várices.

Las venas cumplen con la función de devolver la sangre que llevaron las arterias hasta los diferentes tejidos de regreso al corazón.

Mientras que en la parte superior del cuerpo esto se cumple sin dificultad gracias a la fuerza de la gravedad, en los miembros inferiores  no es igual. La sangre que fue llevada hasta el pié, debe ascender por las venas hasta el corazón, por lo tanto debe recorrer aproximadamente 1,5 metros ascendiendo dentro de estos venas. Resulta fácil imaginar que el impulso necesario para remontar ésta distancia debe ser lo suficientemente fuerte como para vencer la fuerza de gravedad  y cualquier factor que se oponga tiene un efecto perjudicial para que se cumpla con este cometido.

El primer impulso para el ascenso procede de la contracción de la pantorrilla, la que otorga un primer “empujón” a la sangre contenida en la misma. Una vez que esta se ha puesto en movimiento, debe pasar por el muslo para entrar al abdomen y por último llegar al corazón.

Quiere decir que, si los músculos de la pierna contraen, no comienza el ascenso de sangre y si la presión abdominal es muy alta (por sobrepeso), ésta no puede entrar libremente a esta cavidad para seguir ascendiendo.

Este fenómeno llamado “retorno venoso” resulta muy importante para bajar la presión  venosa en las piernas,  cuyo aumento representa el principal factor de riesgo para esta enfermedad, que se inicia con edema, dolor, pesadez, calambres y prurito.

Como el embarazo es una etapa donde la fisiología femenina cambia, se necesita tomar recaudos para adaptarse a estos.

Dormir en posición de costado, aumentar de manera controlada de peso (un kilo por mes sería lo ideal), usar medias terapéuticas o de descanso, evitar los esfuerzos y la posición parada por muchas horas, son algunos de los buenos hábitos que podrían marcar la diferencia. Si bien no es la etapa en que se indica comenzar con un tratamiento, los controles flebológicos pueden ayudar a evitar complicaciones en los casos de várices avanzadas.

Várices y embarazo, la prevención es el arma más eficaz en la solución no sólo de los problemas varicosos, sino también del resto de las enfermedades circulatorias.

Dr. Daniel Roberto Onorati – MN: 60.380
Presidente del Congreso Argentino de Flebología y Linfología
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